domingo, 14 de septiembre de 2008

12



Se había quedado dormido en la máquina, no recordaba como ni cuando. Pero consultarlo con la almohada, aunque solo fuese metafórica, le había ayudado a relajarse. Conocía perfectamente la máquina. Había ideado, fabricado y montado cada una de sus piezas. Sabía que podía inventar alguna forma para alimentar las células de energía. Si pudiese conseguir unas placas fotovoltaicas, por ejemplo, podría adaptarlas para... Sí, y sabía la clase de... Exacto. Si el día anterior había estado completamente desesperado, saber que, de algún modo, podría salir de la situación lo animaba. ¡Incluso había tenido suerte! De haber quedado atrapado en una dimensión como la Western, lo hubiese tenido mucho más complicado para hacer funcionar la máquina, pero esta dimensión Porno parecía tener un nivel tecnológico bastante alto.
Decidió que lo primero que debía hacer era dar una vuelta por los alrededores para conocer el entorno. Quizás hubiese una ferretería, o una tienda de electrónica, y pudiese inventar un cargador que llevar a bordo. Así podría ir saltando de dimensión en dimensión, una a una, parándose para recargar la batería en las que no fuesen peligrosas. Podía tardar mucho, pero al final llegaría a casa, y cuando lo hiciese, se llevaría sin duda el premio Nobel. Insultó al “dimensión 0” que aparecía en la pantalla y salió, alegre, de la máquina. El callejón estaba desierto, pero la callecita a la que daba no. Había algunos hombres, siempre altos y musculosos, y mujeres que, jovenes o no tanto, cortaban la respiración. Cruz observó, con curiosidad, el comportamiento de los habitantes de esa dimensión. Andaban con la mirada perdida, como ausentes. No se decían nada ni parecían hacer nada... Hasta que una mujer tropezó con otra, que se cayó al suelo.
-¡Ah! -dijo con una mueca de dolor exagerada- ¡Mi brazo!
La otra la miró preocupada.
-¿Te has hecho daño? ¡Lo siento!
-¡Me duele mucho!
-¡No te preocupes, ahora mismo llamo a una ambulancia!
Ya había marcado en el movil antes de que la que estaba en el suelo le gritase que no hacía falta.
-¡No, no llames a una ambulancia!
-¡Lo siento! Es que me me siento culpable y quiero redimirme de algún modo.
-Se me ocurre uno...
Cruz decidió que ya había había tenido bastante... pero sus ojos no parecían opinar lo mismo. Reseguían el contorno de la falda, demasiado corta, de la mujer que se había agachado. Los senos, que la que estaba de pie apretaba con los brazos, que apoyaba sobre la cabeza de la otra. El...
Con esfuerzo, consiguió apartar la mirada.
Parecía que la actividad de los habitantes de esta dimensión tenía una extraña capacidad para captar la atención de quien la viese... Exepto que, al menos en apariencia, a los demás transeúntes no les interesaba demasiado y parecían no darse cuenta de lo que ocurría.
Aún no se había alejado ni diez metros cuando la ambulancia llegó. De dentro, un camillero con cara de matón se llevó a la mujer mientras la otra volvía a retomar el paso, ya redimida del todo. No hacía falta tener mucha imaginación para saber qué tratamiento le darían a la enferma de camino al hospital.

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