domingo, 14 de septiembre de 2008

45



La Reina se retorcía, en el suelo, sin emitir un solo sonido a parte del de su dolorosa respiración. Era la única que no cantaba, además de Cruz.
De pronto, abrió la boca, mostrando sus blancos y perfectos dientes. Los dorados iris parecían encogerse de tanto como abría los ojos. El trono carnoso empezó a removerse, con un sonido acuoso y viscoso. La temblorosa reina clavó los dedos en el duro fango y arqueó convulsivamente su grotesco cuerpo. Los tubos que unían su ingle con el trono empezaron a hincharse, con un flujo irregular y pastoso que sonaba a vómito.
Los cánticos parecieron cambiar de tono cuando a la Reina, aún postrada en el suelo y mordiéndo el rojizo suelo, le fallaron las rodillas. De pronto, el saco carnoso se comprimió para expulsar con violencia una masa verde y pegajosa, que aterrizó a no demasiada distancia de la Reina.
La invisible apertura del saco de carne goteaba aún mientras la masa verde empezaba a resbalar hasta el suelo por el cuerpo de los dos recién nacidos. Uno era un humano, inconsicente. El otro se levantó, entre crujidos, y miró desorientado con su cara vacía de facciones.
Los cantos cesaron, sustituidos por graznidos de alegría. El Pensador cuidador se acercó a la Reina para consolarla. Era algo más bajo que Cruz y la reina medía alrededor de tres metros, por lo que el efecto era bastante extraño, como si un bebé de cabeza grotescamente hinchada acariciase con cariño la mejilla de si gorda madre.
La agotada Reina respiraba con dificultad, aún tumbada en el suelo. Con una mirada de otro Pensador, unos cuantos Pipas se llevaron al humano, aún inconsciente. El Pipa recién nacido, aún cubierto por restos del líquido verdoso, empezó a tambalearse hacia la reina. Agotada, alzó la cabeza. Levantó la mano y se mojó el dedo con la saliva. Con la mirada desenfocada, lo puso sobre la frente del Pipa. Todos clamaron alegres la llegada de un nuevo miembro al Reino.
Pero entonces la Reina hizo un gesto que pareció sorprender a todo el mundo. Después de frotar el dedo por la frente del pipa, lo tendió directamente hacia Cruz antes de desfallecer.
Todos los Pensadores lo miraron. No sabía exactamente qué querían decir con esos pequeños ojos verdes.

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