domingo, 14 de septiembre de 2008

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La pantalla indicaba daños en el casco, pero de ningún modo eran graves. Volvió a bendecir la fortuna de su padre. Sin ella, no hubiese podido permitirse contruir una máquina tan resistente. Las cápsulas de energía aún estaban bastante llenas... El viaje interdimensional gastaba menos de lo que había esperado. Aún le quedaba energía para unos cuatro o cinco viajes más. Observó por las ventanillas mientras la máquina hacía un diagnóstico del aire. No le extrañaba que marcase una temperatura exterior tan alta, estaba enmedio de una llanura desolada y desértica. A lo lejos, veía montañas esculpidas por el viento y la arena... Y, sí, al fondo de la llanura surcada de altos cactus y arbustos espinosos, una columna de humo. ¡Eso podía significar vida humana o, por lo menos, inteligente!. El diagnóstico había concluido, ese ambiente era habitable. Se decidió a salir. Cogió del maletero (accesible tanto desde dentro como desde fuera de la máquina) la mochila, que ya estaba cargada con lo necesario para sobrevivir una noche a la intemperie y algunas monedas de oro y chucherías varias para intercanviar con nativos. Apagó la máquina y sacó la llave del contacto. Antes de abrir la puerta, decidió poner un par de cajas de munición en un bolsillo de la mochila, al lado de donde colgaba la cantimplora.
Maldijo haberse olvidado de las gafas de Sol, pero al menos sí había cogido un sombrero plegable. Miró hacia el horizonte, al humo, y luego observó los alrededores. Justo en el horizonte opuesto, había otra gran nube de humo que se elevaba hacia los cielos. ¿Eran dos poblaciones? ¿A cual dirigirse? El camino era claramente muy largo, incluso con las formaciones rocosas en forma de paraguas o de seta bajo los cuales cobijarse del Sol y con cactus para beber su jugo en caso de necesidad. Pero se le ocurrió algo. Esas columnas se interrumpían de forma irregular... ¡Quizás eran señales de humo! Eso significaría que la civilización más cercana de esta dimensión era primitiva... pero, al fin y al cabo, era una civilización. De detrás de un gran macizo de rocas, surgió otra columna de humo... Que se movía a gran velocidad. En pocos momentos, había salido de detrás del macizo y era perfectamente visible.
-¡Un tren!
¡Si seguía la vía podría encontrar un núcleo habitado con un grado de civilización más o menos aceptable! Ahora que sabía que había un tren, fue capaz de distinguir una via entre el suelo resquebrajado, y también que se dirigçia más o menos en su dirección. Si no hubiese sido por los matojos, se habría dado cuenta antes de que tenía una tan cerca.
Cuando hubo llegado a la vía, el tren ya había pasado, pero se alegró de comprobar que a simple vista ya podía divisar una estación y algunas casas. A medida que fue acercandose, se dio cuenta de algo... Esas casas eran perfectamente iguales que las que había en el salvaje oeste. No podía creerlo. ¿Estaba en un mundo donde el oeste se había empezado a conquistar más tarde que en el suyo? ¿Quizás su máquina no solo viajaba a través de las dimensiones sino también a través del tiempo y, por lo tanto, se encontraba en el pasado de otra dimensión? Lo que estaba claro es que no saber qué pasaba lo ponía nervioso.

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