domingo, 14 de septiembre de 2008

21



Los demás chicos se abalanzaron sobre él. El profesor dobló las rodillas hasta que el trasero le tocó el suelo. En esa postura, dio rápidos pasos de cangrejo hasta el delgado, al que se llevó por delante hasta la pared.
-¡Agh!
Los palos de hockey se le cayeron de las manos cuando lo electrocutó. Puso los pies en la pared, por encima del chico inconsciente, y empezó a subir. Estaba llegando ya al techo cuando, de un salto, se subió a la cabeza del del tupé y se lo erizó a base de electroshock.
Cruz rodó hasta la pistola. Con cuidado, la agarró con la mano izquierda, la que tenía más libre. La metió entre las cuerdas.
Los chicos no sabían bien qué ocurría, pero no dejaron de intentar golpear al profesor. Saltó para esquivar el bate de uno de los chicos y aterrizó cabeza abajo. Dos de los muchachos se le acercaron, pero los rechazó abriendo las piernas y dando algunas vueltas sobre sí mismo. Andó con las manos hasta Cruz y lo agarró con las piernas. Usó la boca para apartar ligeramente la colchoneta sobre la que habá estado Cruz y se deslizó hacia dentro.
Cuando los chicos que quedaban la apartaron, solo encontraron el sólido y polvoriento suelo.
Los que no estaban inconscientes soltaron los bates. Miraban al tendido, como hipnotizados.
Entre las piernas del profesor, con las rodillas dobladas hacia atrás para poder sujetarlo, Cruz no podía creer lo que pasaba. Estaban descendiendo por una pared, en una oscuridad bañada por pequeños puntos rojos y brillantes que no sabía identificar. Sintió, y pudo entrever, como la ropa del profesor empezaba a estrecharse y estrecharse hasta fusionarse con la piel y desaparecer. El pelo estaba escondiéndose bajo la carne del profesor, y deducía que le bigote debía estar haciendo eso mismo. Dio un pequeño brinco desde la pared al suelo de un túnel. El profesor se agachó hasta que el pecho le rozó el suelo. Se puso horizontal y, ayudándose de uno de los pies, ya descalzos, se cargó a Cruz, todavía atado, a la espalda, que arqueó de modo que no se cayese. Empezó a correr, como una especie de lagarto, a toda velocidad. Cruz estaba muy preocupado. ¿Podía ser que se hubiese equivocado? ¿Que las dimensiones no fuesen generos? Porque... Esto no tenía nada de pornográfico...
Alzó la cabeza para intentar ver algo, pero no fue un gesto prudente. El irregular techo tenía muchos salientes. La velocidad a la que iban fue suficiente para que el golpe lo dejase inconsciente.

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