domingo, 14 de septiembre de 2008

6



“Redrock Town”. Subió al andén, sin demasiados problemas, para encontrar a un viejo jefe de estación dormitando. El proximo tren aún tardaría en llegar y si alguien quería un billete, ya lo despertaría... Más allá, el pueblo. Era pequeño, con solo algunas casas y unos pocos edificios notables, contando la escuela, desde la que se oían voces de niños, una oficina del Sheriff con una pequeña carcel, la iglesia, el saloon y lo que parecía ser una lavandería. Las mujeres lo miraron con curiosidad mientras pasaba. Los hombres más bien fruncieron el ceño. Decidió llevar la funda de la pistola abierta, con el arma lista para coger en cualquier momento. Cuando lo miró, el asiatico de la lavanderia dejó de tomar el aire y se metió de nuevo en su negocio.
-¿Qué quieres, forastero? -preguntó secamente el barman. Todos los que ocupaban las mesas y estaban lo bastante sobrios como para hacerlo, comentaban la llegada del extraño. Vestía unas ropas nunca vistas y llevaba un insólito bulto a la espalda, con una cantimplora colgando.
Por suerte, hablaban inglés, una de las lenguas que Cruz hablaba con fluidez. No entender a los habitantes de otra dimensión era uno de los muchos problemas posibles sin solución que se le habían planteado.
-Sólo un lugar donde poder escribir y un trago con el que refrescarme.
El camarero lo miró con desconfianza. Era blanco y rubio pero hablaba con un acento más propio de los indígenas del sur, de más allá de la frontera. Y la mayor parte eran criminales o algo peor.
-¡Vaya, un escritorcillo! ¿Y de qué será el trago, forastero?
-De lo que quiera. -Cruz sacó una de las monedas de oro de la mochila y la puso sobre la barra- Solo digame donde no me molestarán para escribir.
Un rápido mordisco y un intercambio de miradas con su mujer, que observaba atenta desde el piso de arriba, sirvieron para que una amplia sonrisa se dibujase bajo el espeso bigote del barman.
-Sí señor, ahora mismo le preparo una mesa estupenda para escribir, ¡Con muy buena luz! -Le sirvió una jarra y, mientras se alejaba excitado, siguió hablando- Espere, espere en la barra con esta cerveza mientras se lo preparo. Es de la mejor que se puede encontrar al oeste del...
Estaba sediento, así que le importó poco la arena que flotaba en la jarra. Al levantar la cabeza para acabar de vaciarla, vio que distintas jovenes (y no tanto) le hacían señas desde la terraza del piso de arriba. Sin duda, haber traido las monedas de oro para ganarse a los posibles indigenas había sido buena decisión.
-¡Ahí está, y el tintero va a cuenta de la casa! ¿Le traigo otra?
-Gracias.
Una vez sentado, volvió a enfrentarse a su libreta. “Dimensión 7”. ¿Qué escribir? Cogió la pluma y la remojó en el tintero. “Dinosaurios”. Añadió un interrogante. “Jungla peligrosa”. “Ciudad” el barman llegó con la segunda jarra. “Humanos?”. Dio un trago y añadió “Ambiente respirable”.
Cruz se había abstraido de la música, los gritos y el ocasional insulto, pero lo notó al instante cuando cesaron. Alguien acababa de entrar por la portezuela. Si cuando él lo había hecho todos lo habían observado murmurando con curiosidad, cuando este desconocido entró lo que reinó fue el silencio.

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