domingo, 14 de septiembre de 2008

25



Andaban lentamente. El círculo de espectadores se había roto. Se dirigían hacia esa luz que en algún momento le había parecido roja. Ahora ya nisiquiera parecía una luz distinta a la del sol, solo se lo recordaban las sombras de las ramas que envolvían el orbe luminoso, que se proyectaban sobre todo lo iluminado.
-¡Pensador! ¡¿A donde me llevas?!
El cabezudo no le hizo ningún caso. Iba delante. Detrás estaba Cruz con sus dos acompañantes y detrás de él, en forma de cuña, los cabezudos restantes. Los espectadores delgaduchos obrevaban entre graznidos como avanzaban por la gigantesca gruta.
El pensador había eliminado de su mente todo su dolor y sufrimiento de algún modo que no acababa de comprender... Aunque, viendo como los peleles que lo escortaban habían obedecido al ser, cuando éste se había concentrado... ¿Quizás esos immensos cráneos les daban alguna clase de habilidad telepática? Lo hicese como lo hiciese, lo estaba volviendo a poner nervioso... Andaron hasta pasar por al lado de la luz. La gruta era gigantesca, pero ya podía ver la pared del final. Y avanzaban hacia ella, a través del pasadizo que dejaba la masa de delgaduchos. Graznaban rítmicamente, muy excitados, como marcando el ritmo para los condenados a galeras. O como si asistiesen a un espectáculo. Los que lo agarraban no cedían ni un solo milímetro. Eran seres muy extraños. Fibrosos y de formas tremendamente simplistas, como si los hubiese diseñado un dios aficionado, tenían una forma vagamente humana pero se movían de manera completamente antinatural. En cierto modo, parecían colgar de sí mismos, retorciendose con cada uno de sus movimientos nerviosos. El efecto se veía reforzado por sus articulaciones... Se doblaban con sonoros crujidos en todos los ángulos, como había visto hacer al profesor en su rescate acrobático. Bueno, empezaba a dudar de que fuese realmente un rescate. ¿Y esa extraña habilidad para cambiar de forma? Cruz estaba desconcertado. ¿Qué tenía que ver todo eso con el porno?
Por fin, llegaron ante una figura que esperaba al final del recorrido. Se encontraba bajo un arco de la pared, al otro lado parecía empezar otra cueva pero no se veía bien. Miró a los cabezudos y a Cruz.
Todos callaron.

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