domingo, 14 de septiembre de 2008

24



-Hab... Sabeis...
-¿Qué eres? -dijo el ser.
-¿Yo? -Cruz estaba lo bastante sorprendido como para no saber responder- Yo...
- Soy el pensador. ¿Tú no?
-¿Como? Yo no... Yo... Soy Esteban...
El ser miró a sus semejantes con una mirada de comprensión.
-“Esteban” -la palabra sonaba artificial y complicada en boca del ser-. ¿De dónde vienes?
-Soy un viajero. -Cruz se estaba empezando a calmar y se dio cuenta de la pistola que llevaba en la mano. La guardó, ante la mirada atenta de toda la congregación. El miedo que había sentido le había parecido completamente irracional. La luz ya era lo bastante clara como para verlos a todos sin problemas.- Vengo... de otro mundo.
Las miradas del pensador con sus semejantes continuaron mientras los seres de cabeza pequeña murmuraban entre sí son sus bocas simplistas.
-Un mundo que ha sido destruído.
-¡No! ¡Mi mundo está perfectamente! Pero yo me he perdido...
El pensador le puso una flácida mano sobre el hombro.
-¿Estás solo?
Cruz notó como la tensión aumentaba. Los blandos miembros de los cabezudos que tenía alrededor se tensaron ligeramente.
-Yo... S-sí.
El ser miró a sus congéneres. Cerró los ojos un instante. Los espectadores de cabeza pequeña conversaban excitados con sus suaves graznidos. Antes de que se diese cuenta, tenía uno a cada lado. El cabezudo soltó su hombro para que los recién llegados le sustituyeran. Como había podido comprobar en su rescate a manos del profesor, bajo su aspecto frágil escondían una fuerza muy superior a la de un humano normal. Con una mano en el hombro y otra en el antebrazo, no podía ni defenderse, ni desenfundar su pistola, ni coger el machete ni nada de nada.
-Ahora, ven -dijo el cabezudo. Los que lo tenían agarrado empezaron a guiar sus pasos.

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