domingo, 14 de septiembre de 2008

20



Los chicos esperaban, pacientes. El que había estado sujetando a la muchacha parecía haber vuelto a la vida y se estaba tomando su tiempo. Ella parecía conformarse a seguirle el juego. Cruz escupió, dejando una mancha ensangrentada en la polvorienta colchoneta sobre la que estaba sentado. Lo habían atado a conciencia, los muy asquerosos. Cada vez que había interrumpido a un habitante de ese mundo, había vuelto al estado catatónico que los caracterizaba... pero esta vez, algunos habían reaccionado... Aunque parecían haberse esperado a un profesor, en realidad estaban sorprendidos de que no lo fuese. La pistola estaba en el suelo, a un metro. Ninguno parecía hacerle caso. Lentamente, deslizó la espalda por la pared, hasta quedar tumbado. No sabía para qué le podía servir el arma, pero quería recuperarla. Intentó darse impulso para rodar, pero el chico delgado lo paró con el pie. Lo miró con una mueca de odio en la cara pecosa.
-Maldita zorra. Cuando acabemos te haré pagar todas las veces que me has humillado. Por ahora estate quieta.
Para reforzar su mensaje, le hundió el pie en es estómago.
¿Estaba intentando insultarlo o realmente creía que era una mujer? Una a la que ya conocía, además... Cruz empezó a asustarse de verdad. Cuando andaban sin rumbo, parecían estar hipnotizados... ¿Y si no dejaban de estarlo cuando parecían saber lo que hacían? Si ese era el caso, estaba tratando con locos. Locos peligrosos.
-¿Te ha gustado, puta? -el muchacho que estaba con la chica se secó los labios con el antebrazo-Pues eso no ha sido nada.
Pero antes de que pudiese continuar, entró un hombre con un gastado traje marrón a juego con su espeso bigote.
-¡Oh, profesor Sánchez! ¡No... no es lo que...!
-¡Muchachos!¡¿Se puede saber lo que está pasando aquí?!
El profesor miró, entre enojado y asustado, a cada uno de los chicos. Abrió la boca para decir algo, pero vio a Cruz. Pareció desconcertado. Intentando no mirarle, habló.
-¡Esto es la gota que colma el vaso! -El bigote se le erizó-¡He estado soportando a este pequeño grupo rebelde durante ya mucho tiempo, pero esto ha llegado a extremos que me obligarán a tomar medidas!
-¿Y qué? ¿Vas a llamar a nuestra señorita?-el gordo se ajustó bien las gafas- ¿A que nos castigue de cara a la pared?
-¿Qué ha pasado con Alfonso? -dijo el delgado por lo bajo.
-¡Nos tenía que avisar si venía algún profesor, pero el muy miedica se habrá rajado!
-Sabes que no puedes hacer nada, Sánchez. Nuestros padres son lo bastante influyentes como para que con una palabra suya, acabes limipando los lavabos de una escuela del Camerún.
El profesor los escuchaba, pero miraba atentamente a Cruz.
-¡Pero qué hace, maldita sea! -gritó el científico al fin- ¿No ve que me han atacado?
-¡Ch... Chicos! -El profesor parecía intentar decidir si ignorar o no la presencia de Cruz- ¡Como no lo dejeis estar ahora mismo...! -miró a Cruz- ¡...mismo, haré venir a la directora! ¡A ver si a ella os atreveis a contestarle así!
El delgado farfulló entre dientes - Maldita zorra.Si viene le haré pagar todas las veces que me ha humillado.
-Yo...
El profesor miraba a Cruz, indeciso. Dio un paso hacia adelante.
-¿Qué quieres, capullo? -el gordo se había puesto chulo- ¿Ver si tú también puedes mojar?
El profesor lanzó un puño hacia adelante, que el gordo paró sin demasiados problemas. El delgado cogió dos palos de hockey mientras el del tupé se deslizaba por detrás del profesor con un bate en la mano. Los demás se armaron con algunos palos más.
El gordo mantuvo la mano del profesor agarrada, a pocos centímetros de su cara.
-¿Nos vas a pegar? -Sonrió- ¿Tú y cuantos más?
Con un extraño movimiento, la mano del profesor pareció colgarle de la muñeca. De dentro de la manga, salió un extraño bulto coronado por tres pequeños dientes. Era lo bastante largo como para agarrase a su nariz.
-¿Pero qué..?
El gordo cayó, electrocutado.

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