domingo, 14 de septiembre de 2008

15



-¿Pero...?
No quedaba de él ni el más mínimo rastro. El suelo estaba perfectamente limpio de leche, y los cristales ensangrentados habían desaparecido. Los yogures descremados que había chafado con la cara al caer de rodillas estaban en perfecto estado y, en el estente de la leche, no solo no quedaba una botella sino que no podría haber cabido ni una más.
-P-pero...
Ni se apartó cuando una señora quiso pasar, ausente, a comprar un bote de nata. Por suerte, no le tocó. Cruz estaba seguro de que no lo había imaginado... Sí, era verdad que al entrar en la tienda le había parecido captar un movimiento por el rabillo del ojo. Alguna vez, estando muy cansado, incluso había adivinado la forma de algún animal que se le acercaba. Pero nunca una alucinación tan fuerte como esa... Había dormido mal los últimos días (no sabía cuantos habían sido) pero... ¿tan cansado estaba? ¿O quizás era el hambre? Miró los sandwiches. Quizás era eso. Ahora que empezaba a pensarlo, se daba cuenta de que su estado era bastante lamentable. La ropa estaba hecha polvo, la sombra de barba era ya bastante y probablemente olía bastante mal. Miró la cesta, donde tenía los bocadillos y la gorra.
-Voy a comer, y luego me pegaré una siesta. ¡Sí señor!
Solía hablar solo, pero esta vez era más para darse confianza. Apartó de su mente al hombre desaparecido, probablemente había sido una alucinación por el hambre, y decidió coger algunas cosas más de la tienda. Empezó por la botella de leche y después se paró ante un pequeño mostrador con gafas de sol. Cogió las que más le gustaron, de aviador con cristales teñidos de verde. Había también ropa interior y camisetas, aunque no pantalones de ninguna clase. Se dirigía con su moneda reluciente hacia la caja cuando se dio cuenta de una cosa... Cuando hablase con el dependiente, seguro que intentaba algo... Pero, si intentaba robarle, quizás reaccionaría y estaría en las mismas...
Se paró en una esquina del pasillo, desde donde veía la caja. El hombre estaba ocupado con su amiga de debajo del mostrador. Sí, y bastante concentrado. Se echó al suelo y empezó a reptar, llevando la cesta como podía. ¡Los pocos trucos militarses que le había enseñado su padre le estaban resultando bastante útiles!
Una vez fuera, se encontro andando y tarareando una cancioncilla. Estaba contento de tener comida y ropa limpia. Cogió uno de los bocadillos de la cesta de plástico y, mientras lo abría, se fijó en un cartel que indicaba el camino al parque. Sí señor. Iría a comer al parque. Un picnic le vendría bien para relajarse. Se metió en una cabina telefónica, que atrancó como pudo para evitar incidentes, y se puso la ropa nueva.
Cuando llegó al parque, ya le estaba dando los últimos sorbos a la botella. Con su nuevo look de excursionista y la cestita a cuestas, daba una imagen de felicidad que contrastaba ampliamente con su estado de ánimo del día anterior. Pero cuando encontrase una tienda de electórnica o una ferretería estaría más contento. Empezó a cantar una cancioncilla paseando por el gran parque. El clima era muy bueno, y las plantas, verdes y cargadas de flores, le subían el ánimo aún más. Cuando llegó al área de los bancos, que rodeaban los columpios, la canción se le murió en la garganta.

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