domingo, 14 de septiembre de 2008

18



Cruz gritó, asustado. El duro guante del traje espacial le presionaba la muñeca. El casco, impasible, le devolvió la imagen de su propia mirada. Estaba a punto de decir algo cuando el traje lo golpeó en la cara. Agarró la tienda de campaña y saltó a los asientos para salir por la puerta abierta.
Cruz había recibido pocas veces un golpe como ese y eso, junto al impacto de ver al traje moviendose, lo dejaron plantado en el asiento unos instantes. Luego salió a perseguirlo. El la calle, nadie parecía haberse fijado en el traje ambulante, pero lo vio, al fondo, llevando a rastras la tienda.
Hacía años que Cruz no corría tanto. Lo persiguió, tumbando a los transeuntes que se cruzaban en su carrera. Como los dejaba atrás, no había ningún peligro... Y, además, ese maldito traje era la gota que colmaba el vaso; Había tenido bastantes cosas raras por un día y no lo había cogido de buen humor. Corriendo, Cruz desenfundó. El escaparate de una tienda de zapatos se volvió, de pronto, opaco por el impacto de la bala, agrietándose completamente pero sin romperse. No estaba acostumbrado a disparar mientras corría. El pesado traje, con la tienda, que parecía pesar más de lo esperado, se movía sorprendentemente rápido. Empezó a cruzar la calle justo para encontrarse en el camino de un gran camión. El camionero parecía estar acompañado, pero a su copiloto no se le veía la cabeza. El traje, de pronto, se detuvo, y pareció mirar el camión. Cruz aprovechó para apuntar, pero la sorpresa de ver que el traje no se apartaba lo distrajo. En el ultimo segundo, el traje se dejó caer, y el camión le pasó por encima, sin tocarlo.
-¡Maldita sea!
Cruz disparó lo justo para desfogarse, dejando constancia en una pared, y volvió a correr tras el traje, que había reanudado la fuga. Se metió en un callejón. Cruz corrió, con el arma en alto y penetró también en la callejuela... para descubrir que un contenedor de basura, completamente lleno, venía a su encuentro. Pudo ver como el traje saltaba por encima del muro del final del callejón antes de esquivar, por los pelos, el contenedor. Ignorando el brusco frenazo y el choque que oyó a sus espaldas, Cruz se subió al muro sin problemas gracias a otro truco que le había enseñado su padre.

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