domingo, 14 de septiembre de 2008

66



Cruz se volvió hacia el ser de gigantesca cabeza y cuerpo blando y frágil que era el Pensador. Fuera, el delgaducho del pequeño Reino seguía frotando la cara contra la inacabada pared.
-Por favor. -dijo- Cuentame qué está haciendo ese Pipa.
El Pensador se le acercó, y tendió sus brazos hacia arriba, hasta los hombros del viajero interdimensional.
-Ya habrá tiempo de eso. Pero mírate. -Volvió la cabeza hacia la superficie metálica de la pared, y Cruz imitó su gesto. -Te conviene ir a ducharte y descansar.
Miró su reflejo, sucio de tierra roja, despeinado y con la negra barba de varios días contrastando con su rubísimo pelo, ya no tan corto como recordaba. La parte derecha de su cara, surcada de cicatrices, también lo sorprendió. Pese a que siempre que se tocaba la cabeza o se frotaba el ojo derecho, con la esclerótica completamente negra por las extrañas heridas, notaba la maraña de cicatrices, había olvidado su nuevo aspecto. El cansancio, que no había notado mientras jugaba a Perkant con el Pensador, empezó a pesarle en todos los músculos y los huesos, y, como si se acabara de destapar la nariz, sintió su hedor después de días sin ducharse bajo el sol abrasador. La fatiga y la incomodidad hacían que la ducha caliente le pareciera una idea muy atractiva. Tanto que ahogó la ligera sospecha que había empezado a gestarse en la mente de Cruz, que el Pensador lo estaba condicionando para que deseara ducharse.
Se encaminó, casi instintivamente, hacia el baño. Cuando se acercó a la puerta, ésta se hizo a un lado, automáticamente. Estaba atravesando un dormitorio con una cama, un armario empotrado y un solo cuadro.
El Pensador se sentó en el sofá mientras ordenaba mentalmente al Pipa que descargara los bidones del carro y que se ocupara de hacerlo desaparecer. A su lado, se acomodó Pan, que tomó el mando a distancia entre los largos y huesudos dedos de Pipa, entre crujidos.
-¿Por qué has hecho que se fuera a duchar? -preguntó.
-Le hará falta estar cómodo y relajado. -respondió el Pensador telepáticamente- Tengo mucho que contarle.
-Pero por qué no le has explicado lo que...
Le ordendó mentalmente que guardara silencio mientras pensaba. En su ensimismamiento, no captó la cara de enfado de Pan.
Cuando se hubo duchado y afeitado -el futurista cuarto de baño lo hacía todo solo- encontró una nueva muda sobre la cama. Ropa interior, una camisa hawaiana (Con un estampado de parasoles de colores en una duna) y unos finos pantalones amarillos. Abrió el armario, con una leve presión la puerta se hizo a un lado. Como estaba vacío, optó por la hortera vestimenta que esperaba sobre la cama.
En el salón, que también era cocina, el Pensador miraba al tendido mientras Pan intentaba apagar la televisión, que había encendido, pero consiguiendo solo pasar de un canal al siguiente. Eran simples escenas de sexo, formadas por no más de cuatro fotogramas pasados ciclicamente, sobre un fondo sonoro que era un bucle de unos pocos gemidos y crujidos de cama. El Pipa estaba acabando de guardar los bidones en la nevera, un complejo aparato empotrado con una extraña puerta giratoria.
-¡Esteban! -Dijo el Pensador saliendo de sus cavilaciones- ¡Ahora sí sabrás lo que ocurre! -Ofreció con un gesto el sofá azul eléctrico donde había estado hasta entonces. Cuando se sentó, el Pensador ordenó a los dos Pipas que se fueran. Pese a que Pan no pareció hacer ningún gesto de obediencia, Cruz lo retuvo a su lado agarrandolo del brazo.
-No quiero que Pan se vaya. -dijo- Es mio, y lo quiero a mi lado.
Aunque el Pensador puso mala cara, cuando su Pipa se hubo marchado empezó a narrar.

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