domingo, 14 de septiembre de 2008

33



-¡TÚ!
El Pensador, asustado, dio unos pasos hacia atrás, alejandose de la cama.
-¡Tú eras el que me estaba haciendo esto!
Cruz, furioso, se levantó con renovadas fuerzas. El Pensador chocó contra el armario.
-¡Te voy a matar!
El Pensador sabía que iba en serio. Podía captar el tono de sus pensamientos. Abrió las puertas del armario e intentó escabullirse dentro, pero Cruz lo agarró por la pierna y tiró. Se golpeó sonoramente la gran cabeza mientras Cruz lo llevaba hacia el centro de la habitación. Dijo algo antes de partirle el débil hueso del que lo agarraba. Empezaba a pisotearlo con violencia cuando el Pensador emitió un lloro parecido al de un bebé afónico. Los verdes ojos llorosos, perdidos en la immensidad de su cara, buscaban desesperados alguna cosa a la que asirse, algo que pudiera servirle para salvarse.
Cruz lo alzó, por el cuello. El Pensador no era capaz de leer mente, pero sí que detectaba su furia... Estaba ciego de rabia e intentar hablar con él no serviría de nada.
-Me vas a decir como salir de aquí. -Dijo Cruz mientras un hilo de bava le goteba desde el labio.
El Pensador seguía llorando. La pierna rota le colgaba aún más flacidamente que el resto de blandos miembros, y solo su cabeza parecía tener algún peso.
-¡Dimelo! -Gritó Cruz. Le mordió en la mejilla, clavando los dientes en la poca carne fría y blanda que recubría su pequeño pómulo. Detrás de sí, oyó el crujido de las articulaciones de un delgaducho. Antes de que pudiese reaccionar, lo había mandado al lavabo de un puñetazo.
La sangre le goteaba por la frente, manchando la blanca porcelana rota y empañándole la mirada.

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